lunes, 12 de noviembre de 2012

La naturaleza humana


por Fritjof Capra 

Fragmento del libro EL PUNTO CRUCIAL, Ciencia, sociedad y cultura naciente, Editorial Pax México, 1992 - 514 paginas.

Para comprender la naturaleza humana no sólo hemos de estudiar sus dimensiones físicas y psicológicas, sino también sus manifestaciones sociales y culturales. Los seres humanos evolucionaron como animales sociales y no logran estar bien, física o mentalmente, si no permanecen en contacto con otros seres humanos. Más que cualquier otra especie, participamos en el pensamiento colectivo, creando así un mundo de cultura y de valores que se convierte en parte integrante de nuestro ambiente natural. Por consiguiente, no se pueden separar los caracteres biológicos de las características culturales de la naturaleza. La humanidad surgió a través del proceso de la creación cultural y necesita esta cultura para sobrevivir y evolucionar posteriormente.


Por consiguiente, la evolución humana progresa a través de una interacción del mundo interior y del mundo exterior, entre individuos y sociedades, entre la naturaleza y la cultura. Todos esos ámbitos son sistemas vivientes que se influyen recíprocamente y que presentan modelos similares de autoorganización. Las instituciones sociales evolucionan hacia una creciente complejidad y diferenciación, como también lo hacen las estructuras orgánicas, y los modelos mentales reflejan la misma capacidad creadora y la misma tendencia hacia la autotrascendencia típicas de todas las formas de vida. «La mente es creativa por naturaleza —observa el pintor Gordon Onslow Ford— Cuanto más se sondean las profundidades de la mente, más abundante es su creación». 
Según descubrimientos antropológicos generalmente aceptados, la evolución anatómica de la naturaleza humana llegó prácticamente a su fin hace unos 50.000 años. Desde entonces el cuerpo y el cerebro humano no han cambiado esencialmente en lo que se refiere a estructura y dimensiones. Por otra parte, en este período las condiciones de vida han cambiado profundamente y siguen cambiando a gran velocidad. Con objeto de adaptarse a estos cambios la especie humana utilizó su capacidad de consciencia, de pensamiento conceptual y su lenguaje simbólico, pasando de una evolución genética a una evolución social, que ocurre con mayor rapidez y que proporciona una variedad mucho mayor. Este nuevo tipo de adaptación no fue perfecto. Aún llevamos con nosotros un equipo biológico de las primeras fases de nuestra evolución, un equipo que muchas veces dificulta la tarea de enfrentarse a los desafíos del ambiente actual. Según la teoría de Paul McLean, el cerebro humano consta de tres partes estructuralmente diferentes; cada una de ellas está dotada de inteligencia y subjetividad propias, que derivan de distintos períodos de nuestro pasado evolutivo. Si bien estas tres partes están íntimamente vinculadas, sus actividades suelen ser contradictorias y difíciles de integrar, como demuestra McLean con esta pintoresca metáfora: «Hablando alegóricamente de los tres cerebros contenidos en un sólo cerebro, podemos imaginarnos que cuando el psiquiatra invita al paciente a recostarse en el diván, le está proponiendo en realidad acostarse entre un caballo y un cocodrilo».
La parte más interna del cerebro, que se conoce por el nombre de tronco encefálico, se ocupa de los modelos de comportamiento instintivos, como los que se observan en los reptiles. Esta parte es responsable de los instintos biológicos y de muchos tipos de comportamiento impulsivo. Alrededor de esta parte se encuentra el sistema límbico, que está muy bien desarrollado en todos los mamíferos y que, en el cerebro humano, se ocupa de la experiencia emocional y de la expresión. Las dos partes interiores del cerebro, llamadas también substancia blanca, están íntimamente vinculadas y se expresan de manera no verbal a través de un rico espectro de lenguaje corpóreo. La parte exterior, llamada también substancia cortical, facilita las funciones abstractas de orden superior, como el pensamiento y el lenguaje. La substancia cortical surgió en la fase evolutiva más antigua de los mamíferos y se desarrolló en la especie humana a una velocidad explosiva, sin precedentes en la historia de la evolución, hasta que logró estabilizarse hace unos 50.000 años.
Desarrollando nuestra capacidad de pensamiento a ritmo tan frenético, parece que hemos perdido la importante capacidad de ritualizar los conflictos sociales. En todo el mundo animal, la agresividad rara vez llega al punto de llevar a la muerte de uno de los contrincantes. En cambio, la lucha se convierte en un rito y concluye cuando el perdedor admite su derrota, pero queda relativamente ileso. Esta sabiduría desapareció en la especie humana, o al menos quedó profundamente sumergida. En el proceso de crear un mundo interior abstracto, parece que hemos perdido contacto con la realidad de la vida y que nos hemos convertido en los únicos organismos que muchas veces no logran cooperar con sus semejantes e incluso llegan a matar a miembros de su misma especie. La evolución de la consciencia no sólo nos ha dado la pirámide de Keops, los conciertos de Brandenburgo y la teoría de la relatividad, sino también la caza de brujas, el exterminio masivo de los judíos por los nazis y la bomba de Hiroshima. Pero la misma evolución de la consciencia puede darnos la capacidad de vivir en paz y armonía con nuestro mundo. Nuestra evolución sigue ofreciéndonos varias opciones. Podemos modificar conscientemente nuestro comportamiento cambiando nuestros valores y actitudes y así recuperar la espiritualidad y la consciencia ecológica que hemos perdido.

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