lunes, 11 de febrero de 2013

Únicamente se puede amar lo imperfecto


Por Bert Hellinger
Tomado de Lograr el amor en la pareja, El trabajo terapéutico de Bert
Hellinger con parejas, Johannes Neuhauser (editor), Editorial herder


ÚNICAMENTE SE PUEDE AMAR LO IMPERFECTO
Lo perfecto no ejerce ningún atractivo sobre nosotros. Descansa en sí mismo, lejos de la vida normal. Únicamente podemos amar lo imperfecto. Sólo de lo imperfecto nace un impulso de crecimiento, no de lo perfecto.


El hombre y la mujer se necesitan
El hombre toma a una mujer porque nota que como hombre le falta la mujer, y la mujer toma a un hombre porque nota que como mujer le falta el hombre. A cada uno de ellos le falta aquello que el otro tiene, y cada uno puede dar lo que el otro necesita. Por tanto, para que una relación de pareja se logre, el hombre tiene que ser hombre y seguir siéndolo, y la mujer tiene que ser mujer y seguir siéndolo.


El vínculo y sus consecuencias
Ahora bien, cuando el hombre toma a la mujer como su mujer, y la mujer toma al hombre como su hombre, la pareja consuma el amor como hombre y como mujer. Esta consumación del amor tiene efectos profundos en el alma. A través de ella, el hombre y la mujer se vinculan de manera indisoluble. Después ya no están libres, aunque lo quisieran.
Lo explicaré mediante algunos ejemplos:
¿Por qué resulta doloroso cuando una pareja se separa? ¿Por qué, en una separación, se dan esos enfrentamientos tan violentos? ¿Y por qué se producen esos sentimientos dolorosos de fracaso y de culpa en una separación? Todo esto se da porque existe un vínculo.
Cuando un hombre y una mujer, vinculados por la consumación del amor, se separan y, posteriormente, buscan y encuentran nuevas parejas, pronto se darán cuenta que el vínculo con un segundo compañero no es el mismo que con el primero, porque el primer vincula sigue actuando. Así, pues, también el sentimiento de dolor y de culpa en la separación de un segundo compañero es menor que con el primero, y con una tercera pareja aún es menor, y a partir de la cuarta, casi ya no duele.
Una vez, un hombre me dijo que estaba buscando una relación estable y duradera. Le pregunté:
-¿Cuántas relaciones serias has tenido ya?
Me contestó:
-Siete.
-Entonces ya puedes olvidarte. Ya no puedes establecer ninguna
relación duradera.
Él me preguntó:
—¿No hay ninguna solución?
Le respondí:
—Sí hay una. Si respetas y reconoces a esas siete mujeres; si tomas con amor aquello que te dieron y lo honras, y si en tu interior recoges todo aquello que te dieron para luego aportarlo a la nueva relación, entonces tendrá la posibilidad de lograrse.
El hecho de que existan vínculos anteriores no significa que ninguna relación posterior se pueda lograr. Ahora bien, únicamente se logra bajo la condición de que la relación anterior sea respetada y reconocida. Cuando trabajo con personas que se encuentran en esta situación, le pido por ejemplo al hombre que le diga a su primera mujer: «Mi amor perdura». Ésta es una bella frase. Así, la primera mujer es respetada y reconocida y, por regla general, queda reconciliada. Donde no ocurre así, se dan embrollos extraños, ya que la pareja anterior suele ser representada en la relación nueva por uno de los hijos, sin que este hijo ni nadie más sea consciente de ello.

Implicaciones transgeneracionales
En las familias existe una profunda necesidad de justicia y de compensación. La familia y la red familiar actúan como si tuvieran un alma común. Esta alma común vela por que en la familia exista un equilibrio entre ganancias y pérdidas, equilibrio que abarca varias generaciones. Así, por ejemplo, cuando un hombre se separa a la ligera de su primera mujer y la hiere, y ella se enoja con él, quizás el hombre experimente luego como su h.ja del segundo matrimonio se enoja con él, mostrando los mismos sentimientos que la primera mujer.
La solución sería que este hombre le dijera a su primera mujer: «Fui injusto contigo. Lo siento. Reconozco todo lo que me diste. Tu amor fue grande, y el mío, también, y de esta forma puede perdurar.» Actuando así, se puede observer que la primera mujer se vuelve afable porque es respetada. El hombre aún le podría decir: «Mira, ésta es mi nueva mujer; con ella tengo estos hijos. Por favor, míranos con buenos ojos.» Por regla general, la primera mujer está dispuesta a hacerlo de buena gana. De esta forma, el primer vínculo es disuelto de manera que pueda establecerse un vínculo nuevo.
Si se trabajara en terapia con la hija, ella podría decirle al padre: «Ésta es mi madre y yo soy su hija. Con tu primera mujer no tengo nada que ver. Yo me atengo a vosotros dos. Lo que hubo entre vosotros adultos no me atañe. Por favor, mírame como hija tuya, y yo te tomo como mi padre.»
A la madre le podría decir: «Tú eres la única verdadera para mí. Con la primera mujer de Papá no tengo nada que ver. Por favor, mírame como tu hija, y yo te tomo como mi madre.» Si después aún añade: «Tú eres la grande, yo, la pequeña», ocupa su lugar de hija en la familia y la relación anterior ya no puede actuar negativamente sobre el presente.


La grandeza de la sexualidad
A través de la consumación del amor se crea un vínculo profundo entre el hombre y la mujer. Este vínculo es indisoluble, pero no por el hecho de contraer el matrimonio, sino por la consumación del amor. Incluso en caso de incesto o de violación, frecuentemente se crea este vínculo. Esto dice algo de la grandeza de la sexualidad.
Algunos piensan que la sexualidad es algo abominable. En realidad, sin embargo, es un impulso poderoso, irresistible. La sexualidad impulsa la vida, por encima de todos los obstáculos. En este sentido, la sexualidad es más grande que el amor. Naturalmente cobra una gran deza especial cuando se consuma conamor. Cuando la pareja se ama mirándose a los ojos, el acto se convierte en realización de su amor mutuo. El reconocimiento de la grandeza de la consumación es la condición más importante para que el amor se logre.
Hay una frase mordaz que dice: «Los hombres sólo quieren una cosa, y las mujeres quieren la otra.» Pues bien, aquel de los compañeros que quiere lo uno, quiere lo correcto. A veces, en una pareja, secretamente se desarrolla un juego de poder alrededor de la realización del amor. Así, por ejemplo, cuando el uno quiere y desea, y el otro tan sólo concede, éste ocupa una posición de superioridad. De esta manera . el compañero que necesita y desea queda  elegado a una posición inferior, lo cual destruye el amor. El amor se basa en la igualdad en el desear y en el conceder. El amor únicamente se logra cuando ambos compañeros están seguros de que su deseo encuentra cobijo en el otro, es decir, cuando ambos desean con amor y conceden con amor. Naturalmente, todo ello tiene que ir acompañado de una actitud de consideración.


Dar y tomar
La igualdad en la relación de pareja, que de manera fundamental se expresa en la consumación del amor, se extiende también a otros ámbitos vitales. La relación de pareja se logra a través de una compensación continua entre dar y tomar, unida al amor.
Un ejemplo: un hombre le hace un regalo a su mujer porque la quiere. Nada más entregarle el regalo, él se encuentra en la posición superior. Él es el que da, la mujer toma. Ahora bien, ya que ella tomó, también siente una obligación hacia el marido. Así intenta equilibrar el desnivel dándole algo a su vez, y dado que también ella ama a su marido, por precaución le da un poco más de lo que él le dio. En consecuencia, es el marido quien siente la presión de la obligación e intenta compensar lo recibido, y dado que ama a su mujer, también él le da algo más de lo que de ella recibió. Así, a través de la necesidad de equilibrio unida al amor, se da un intercambio siempre creciente, un gran movimiento entre dar y tomar. Este hecho vincula a la pareja de manera aún más entrañable, por lo que entre ellos va creciendo la felicidad. Este intercambio positivo es uno de los pilares de una buena relación de pareja.
Ahora bien, en muchos matrimonios también hay situaciones en las que uno de los cónyuges hiere al otro con su comportamiento. También aquí, el cónyuge que sufrió la injusticia siente la necesidad de compensarla, la necesidad de vengarse. Así, este compañero también atenta contra el otro, pero muchas veces, porque se siente en su derecho, le devuelve algo más de lo negativo. De esta manera, también el primero tiene de nuevo el derecho de hacerle daño al otro, y también él, por un sentimiento de derecho, comete algo un poco más grave, y así lo negativo aumenta. Se desarrolla un intercambio intenso, pero en el lado negativo. También este intercambio vincula a la pareja, pero en detrimento de su felicidad.
Sin embargo, hay una regla simple para salir de este círculo vicioso: de la misma manera que en el intercambio positivo, por amor se le da al compañero algo más de lo bueno; así, en el intercambio negativo, por amor se le hace un poco menos de daño al otro. De esta forma, el intercambio positivo puede reanudarse. Ésta es una regla simple pero muy útil.


Casarse también con la familia del cónyuge
Cuando una pareja se encuentra, los compañeros, en un principio suelen tener ciertas dificultades. Frecuentemente estos problemas se deben a que cada uno de ellos viene de una familia diferente. Durante los decenios de trabajo terapéutico con clientes individuales y con parejas he podido observar cómo actúa la conciencia: ¡el hecho es que no dice nada acerca del bien o del mal! De lo contrario, no sería posible que tantas personas cometieran tantas atrocidades con la conciencia absolutamente tranquila.
La función más importante de la conciencia consiste en vincular al niño con su familia. La conciencia, con una sensibilidad extrema, reacciona a todo lo que el niño tiene que hacer o dejar de hacer para poder formar parte de esa familia concreta. Por tanto, un niño tiene la conciencia tranquila cuando actúa de manera que pueda formar parte de su familia. En cambio, tiene mala conciencia cuando hace algo por lo que debe temer por su derecho a la pertenencia. Ahora bien, lo que en una familia es considerado una condición para la pertenencia, en otra familia quizás ponga en peligro este mismo derecho.Así, por ejemplo, antaño había familias en las que era imprescindible ser católico. La persona que renegaba de esa fe era expulsada de la familia. En determinadas familias protestantes, el hecho de ser protestante era una condición indispensable para la pertenencia. Así, pues, cuando uno de los cónyuges provenía de una familia marcada por el catolicismo, y el otro, de una familia marcada por el protestantismo, frecuentemente ambos tenían mala conciencia por su relación. Temían haber perdido la pertenencia a sus familias de origen. En consecuencia, muchas veces se trababa entre los cónyuges una lucha secreta por determinar cuál de las dos religiones salía ganando.
Para que una relación de pareja se logre, cada uno de los compañeros tiene que abandonar a su familia. Y esto no sólo en un sentido externo, sino que cada uno tiene que dejar algunos principios que en su familia eran válidos, para negociar con su pareja principios nuevos que de alguna manera reconozcan los valores de ambas partes. En este nivel nuevo, la pareja puede vivir una relación entrañable.
Algunos dicen: «Mi familia está bien, pero la de mi pareja es mala.» Una frase así es veneno para la relación de pareja. Quien se casa con su pareja, también tiene que casarse con la familia del otro. Eso significa que tiene que respetar y amar a la familia de su compañero, como si fuera su compañero mismo. Sólo así, este amor puede lograrse.


Infortunios en la pareja
Algunas parejas llevan un destino especial. Éste sería el caso, por ejemplo, de una pareja en la que uno de los compañeros no puede tener hijos, el otro, sin embargo, los quiere tener. Aquel que no puede tener hijos tiene un destino personal por lo que no puede exigir que el otro lo comparta con él. Por tanto, el que tiene este destino, interiormente tiene que dejar libre a su compañero. Si, a pesar de todo, su pareja se queda, es un regalo muy especial y tiene que ser reconocido como tal. Una decisión así no se puede exigir. Así, cuando por ejemplo el hombre le dice a la mujer: «Es un regalo especial que te quedes conmigo aunque yo no pueda engendrar ningún hijo. Lo reconozco profundamente. Quiero que sepas que podrás contar conmigo de una manera muy especial», esto es como una compensación, con amor. Entonces pueden permanecer juntos.


La relación de pareja tiene prioridad sobre la paternidad
Para la relación de pareja es importante que tenga prioridad sobre la paternidad, ya que el hecho de ser madre o padre es una continuación de la relación de pareja. Por ejemplo, cuando una pareja tiene problemas y acude a mí en busca de consejo, frecuentemente les pregunto: «¿Qué es lo que tiene prioridad?, ¿la paternidad o la pareja?» Ya que cuando la pareja tiene hijos, la paternidad a veces absorbe toda la energía y queda muy poco para la pareja. Sin embargo, el amor de los padres para sus hijos se nutre de la relación de pareja, es una continuación de ésta. Así, pues, cuando la relación de pareja puede recuperar el primer lugar, también el ser padres resulta más fácil. Y, sobre todo: los hijos que experimentan que sus padres se aman como pareja, se sienten muy felices.

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