jueves, 23 de mayo de 2013

El código del Corazón, algunas reflexiones a partir del trabajo de Paul Pearsall


Edición de varios textos tomados de: http://jacobo2008icor.blogspot.mx/2010/06/el-codigo-secreto-del-corazon-de.html


La Cura del corazón

Los dos últimos siglos, y en particular los últimos cincuenta años, han sido la era del cerebro. Así que muchos estudios se han realizado y son tantos los datos adquiridos sobre el cerebro, que se le compara a una potente, eficáz y extraordinaria computadora jamás fabricada por los humanos. Pero aquí está la verdadera cuestión: ¿Podemos vivir en nuestro mundo, e incluso sobrevivir al mundo que nuestro cerebro (s) han creado? ¿Es la supervivencia del más apto, simplemente la supervivencia de los más inteligentes, o el más la inteligente?

Los científicos están ahora empezando a centrarse en el corazón y en él podemos encontrar nuestra salvación.

Estudios recientes del corazón han sido sorprendentes, por decir lo menos. Tres “impensables” conceptos han llegado a la mesa en las dos décadas pasadas. En primer lugar, es sorprendente descubrir que el corazón se puede pensar! En segundo lugar, el corazón tiene memoria celular. Y en tercer lugar, el corazón envía una energía sutil que baña todo nuestro cuerpo,a sus órganos, para estar con el poder de la vida. Radicales cosas en verdad.

Paul Pearsall lo expresó así: “Estamos empezando a entender cómo el corazón puede ser el medio por el  alma habla. Debemos proporcionar un punto medio para el establecimiento de un lugar de encuentro creativo, tolerante, para los que vienen del sistema de gran alcance del método científico y la sabiduría del corazón abrazada por los pueblos indígenas”.

En una excelente entrevista de la Revista Planeta, el Dr. Paul Pearsall nos habla de que las células tienen memoria y que el corazón carga un código energético especial, que nos conecta con los demás seres humanos y con el mundo que nos rodea. De cierta manera, su teoría explica por qué muchos transplantados empiezan a manifestar trazos de la personalidad del donante. Segundo Pearsall, “el hecho de que las células tengan memoria es una ley básica de la naturaleza. Aun los más simples organismos unicelulares recuerdan cómo moverse, encontrar alimento, aparearse y evitar a los predadores. Los científicos llaman eso como memoria de la función, pero, si una célula puede recordar, es bien probable que muchas células juntas pudieran tener memorias más complejas y elaboradas. Las células del corazón son las únicas células rítmicas. Ellas pulsan incluso cuando están fuera del cuerpo, y cuando son colocadas cerca de otras células del corazón, se comunican entre sí y entran juntas en un latido rítmico. Las células del corazón retiradas por biopsia de un paciente y colocadas en un plato de laboratorio vibraron más rápido cuando a su donante le hacían un test en una cinta de ergometría, en una sala al final del corredor, bien distante del lugar donde sus células estaban siendo observadas. Investigadores de la Universidad de California, en Los Ángeles, transfirieron las memorias de gusanos. Investigadores del Instituto de Tecnología de California mostraron que un único electrón podía alterar las memorias de nuestros genes. Existen decenas de fascinantes descubrimientos en investigaciones que indican el principio de que estamos conectados de una manera que todavía no entendemos”.

El corazón es mucho más que un mecanismo bombeador. No está al servicio del cerebro, sino que es un socio para formar con él nuestra organización interna de manutención de la salud
(Paul Pearsall)

La medicina china ya lo había dicho hace algunos millares de años. Según ella, el corazón es responsable de controlar la sangre, los vasos sanguíneos y la mente. Eso mismo. No sólo la actividad mental, sino también la consciencia, o, como los chinos la llaman, “dotar a la mente del tesoro”. Cuando hay Ki/Qui (energía vital) en abundancia en el corazón, eso se refleja en el rostro, que posee muchos vasos sanguíneos. Un rostro brillante y rosado revela a una persona sana, mientras que un rostro oscuro o violáceo indica deficiencia de Ki o bloqueo de la sangre en el corazón.

El Corazón es una fuente infinita de Inteligencia. De hecho y de acuerdo al Dr. Paul Pearsall, el Corazón es cinco mil veces más poderoso que la mente. Se ha dicho que la energía electromagnética del Corazón es la mayor fuerza de conexión en el Universo entero.
Existe una Sabiduría magnífica dentro de cada uno de nosotros una Inteligencia infinita que sabe qué hacer cuándo y cómo hacerlo.En este momento preciso la Inteligencia infinita está fluyendo a través de ustedes conforme van leyendo estas palabras. El secreto es sintonizarse en esta Inteligencia y Confiar en su Sabiduría. La Sabiduría de nuestro Corazón nos sírve bien cuando le permitimos hablar por nosotros.

El Dr. Paul Pearsall nos recuerda: El verdadero problema es que nuestro cerebro piensa tanto que no escuchamos la Sabiduría de nuestro Corazón.


El código del corazón

Siempre se nos ha dicho que el corazón ama y siente pero, ¿es posible que también piense, recuerde, se comunique con otros corazones, ayude a regular la inmunidad y contenga información almacenada circulando a través de nuestro cuerpo? Recientes investigaciones sobre la memoria celular apuntan a que es el corazón, y no el cerebro, es el recipiente de los secretos que conectan la mente, el cuerpo y el espíritu.


Primum vivens, ultimum moriens

En el siglo XVII, Sir Kenelm Digby, miembro de la Royal Society, hizo un experimento con el corazón de una víbora: tras arrancárselo y guardarlo en un lugar templado y húmedo, comprobó que latió durante veinticuatro horas. Cuando cesó de latir lo humedeció con agua templada y el órgano palpitó de nuevo. Luego lo cortó en varios trozos, y las partes separadas siguieron latiendo durante un tiempo prolongado. Lo mismo ocurre con el corazón humano: aunque la cabeza se separe del cuerpo, el corazón continuará latiendo durante horas. No en vano, este órgano, asiento de la vida y músculo central del sistema fisiológico, es “primum vivens, ultimum moriens”, el primero en vivir y el último en morir en todas las criaturas.

“Nunca estuve interesada en el sexo. Ni siquiera pensé mucho en eso, pero ahora agoto a mi marido. Deseo hacer el amor todas las noches y, a veces, me masturbo dos o tres veces al día. Antes odiaba los vídeos X, pero ahora los adoro. Me siento como una mujerzuela y cuando estoy de buen humor, realizo un striptease para mi marido. Jamás había hecho algo parecido antes de mi operación. Cuando le comenté esto a mi psiquiatra, me dijo que era una reacción a los medicamentos y porque ahora tengo un cuerpo más sano. Posteriormente he descubierto que mi donante de corazón era una chica que trabajaba en un topless y actuaba como profesional a domicilio. Creo que he adoptado su orientación sexual, y mi marido también lo piensa así”.

Por extraño que pueda parecer, este relato de una mujer de 35 años a quien se le trasplantó el corazón de una prostituta de 24 años no es el único en su género. Desde principios de los años setenta se vienen recogiendo informes de personas que, tras un trasplante de corazó, alegan haber adquirido gustos, hábitos, aptitudes y memorias de los donantes muertos. Hasta ahora sólo se han publicado un par de libros que recogen dichas experiencias, pero el fenómeno ya suscita una polémica parecida a la surgida hace más de veinte años con las experiencias cercanas a la muerte.

Uno de estos libros, A Change of Heart, de Claire Sylvia, recoge los cambios experimentados por la autora a raíz de una operación de trasplante; otro más reciente, El código del corazón (Ed. Edaf, ISBN 84-414-0467-4.), de Paul Pearsall, se enfrenta abiertamente a un dogma de la moderna ciencia médica: la dependencia que tiene la memoria del sistema nervioso central.

Aunque tal dogma descarta por completo la posibilidad de que los hábitos puedan modificar estructuras bioquímicas que afecten al tejido del corazón, Pearsall no parece albergar dudas que el corazón, además de constituir el centro de energía más importante del cuerpo, es al mismo tiempo un mensajero del código que representa el alma. Una propuesta tan provocadora como la suya ha supuesto que se le acuse de perjudicar al movimiento de trasplante de órganos porque hace pensar que el corazón es mucho más que una masa de células biomecánicas. También se ha calificado a Pearsall de gurú prolífico de la auto-ayuda, pero en todo caso, su último libro ofrece una perspectiva novedosa en un campo que la ciencia no ha explorado todavía suficientemente.


Cardiología energética

Además de basarse en su experiencia personal – la victoria obtenida por su corazón sobre un cáncer que padeció –, en las lecciones aprendidas de los pueblos indígenas y las culturas milenarias, así como en los relatos de pacientes trasplantados de corazón, Pearsall recoge en su obra las teorías e investigaciones del neurólogo y psiquiatra Gary Schwartz y la psicóloga y codirectora del Laboratorio de Sistemas Energéticos Humanos de la Universidad de Harvard, Linda Russek, en cardioenergética. Este campo de investigación se basa en que la energía y la información son intercambiables y la infoenergía es transportada y comunicada primariamente por el corazón.

Otra fuente utilizada por Pearsall es la teoría de la memoria celular, según la cual cada uno de los 75 billones de células del cuerpo posee varios niveles de información almacenada, depositada allí mediante la conducción cardiaca de energía. Así pues, si la información se lleva en la energía del corazón y circula dentro de las células, las memorias de una experiencia vital que cualquier persona haya tenido pueden convertirse en nuestras propias memorias personales. Esto explicaría el hecho de que la personalidad de los que viven con un corazón trasplantado sufra transformaciones radicales, pero la mayoría de los cardiólogos y cirujanos que realizan los trasplantes se niegan a aceptar tal posibilidad. Alegan que, con frecuencia, el cerebro sufre pequeños derrames durante la operación que pueden dañarlo, al igual que los medicamentos utilizados para evitar el rechazo del órgano trasplantado.

Es probable que estos factores influyan en las transformaciones profundas y en las memorias anómalas que experimentan los trasplantados, pero eso no excluye la posibilidad de que el corazón posea un código infoenergético sutil (energía L) que contenga memorias codificadas que conserva cuando es trasplantado. Tal vez, la clave del código esté en esa energía L, que baña el corazón.


La escurridiza energía “L”

Por desgracia, la energía L o quinta fuerza propuesta por Pearsall es extremadamente sutil e imposible de medir con los instrumentos científicos actuales. No obstante, Pearsall sugiere que los efectos de la misma son ilimitados: viaja más rápidamente que la luz y genera efectos no localizados como la telepatía, la curación a distancia y el poder de la oración intercesora. Y, sobre todo, el corazón está formado exclusivamente por energía L y comunica y lleva su propia forma, aunque de un modo torpe, al campo electromagnético creado por él. Este campo es cinco mil veces más potente que el electromagnético cerebral, por ello es posible que el corazón, gracias a su enorme energía potencial, sea el centro principal de conducción de la energía L.

La mayoría de los profesionales de la salud no reconocen la existencia de esta energía. Cuando preguntamos al psicoanalista y quinesiólogo Juan A. González qué opina sobre las ideas de Pearsall en relación a la hipotética energía L y la posibilidad de que el corazón sea el centro principal de conducción de la misma, responde: “Si negáramos la existencia de una energía que lleva información por todo el organismo, estaríamos negando también la existencia de los meridianos de acupuntura y la de los cuerpos sutiles. Estos cuerpos están implicados en la concepción de la salud y están unidos entre sí por algo que llamamos el cordón de plata, que está conectado al cuerpo por el corazón. Experimentalmente sabemos que la conexión está exactamente en el punto BP21 de acupuntura, que es el del meridiano bazo-páncreas, el más cercano al corazón, pero esto no confirma que este órgano contenga un código que indique quiénes somos”.


Aposento de luz

Debido a que el latido del corazón responde inmediatamente a las variaciones en el estado mental –por ejemplo, en momentos de extrema ansiedad, tensión y terror, palpita exitado y el pulso se acelera– se convirtió en muchas culturas no sólo en el asiento de las emociones, sino en el del alma. Así se dice que dos hilos de energía conectan la forma del hombre con su alma: el primero es el de la consciencia, anclado en la glándula pineal de la cabeza; el segundo o hilo de la vida se ancla en el corazón, en el nódulo sino-auricular, una masa de tejido que gobierna el latido cardiaco. Este nódulo recibe fibras del nervio vago y se denomina en la tradición bíblica el “sendero para el aliento del Espíritu Santo”.

También los hindúes consideraban al corazón la morada del principio divino. En los escritos tántricos, el corazón es llamado el “pequeño loto de ocho pétalos”, asiento de Brahma, o centro de la consciencia espiritual del hombre. Según esta visión, el nirvana se alcanza cuando la consciencia se centra en el germen de Pragna, que se encuentra en el chakra Anahata, el del corazón. En el budismo tibetano, el corazón es el lugar de la conciencia y de “nuestra verdadera naturaleza”.

Los griegos también eran conscientes de que el corazón era la fuente de la vida y de que los diversos aspectos de la misma –los centros de la consciencia llamados los “dioses”– habitaban en el corazón. Esta creencia la tomaron de los egipcios, para quienes este órgano era la morada del alma y no lo extraían del cuerpo durante el proceso de embalsamamiento, a diferencia del cerebro que extraían por las fosas nasales. Salvaguardaban el corazón con sumo cuidado para que acompañara al cuerpo en la otra vida donde sería pesado en la balanza en presencia de Osiris.

La ofrenda del corazón, sede del alma, encontró su forma más aterradora en los ritos realizados por los aztecas de México, que arrancaban el corazón del pecho de los prisioneros vivos para ofrecérselo, todavía latiendo, a las deidades del Sol, del agua y de la Tierra. Entonces, el alma ascendía a lo más alto de los cielos aztecas. Igualmente bárbara pero no carente de lógica es la extendida costumbre entre algunas tribus primitivas de comerse el corazón de los enemigos heroicos para imbuirse de su valor. En algunas comunidades del pasado, los corazones de los reyes muertos se comían ritualmente. Los de los animales también se comían para adquirir sus características, especialmente los de leopardos y leones.

Los taoístas chinos consideran al corazón como un aposento de fuego localizado entre el cielo (la cabeza) y la tierra (el abdomen) y dicen que su transmutación llevaba a la inmortalidad.

En la tradición mística occidental, el corazón es la localización de la Luz de Cristo y el propio Jesús animaba a sus discípulos a entrar en silencio en este aposento para conversar directamente con el Padre.


De corazón a corazón

Si ponemos más corazón en nuestras vidas, como sugiere Pearsall, tal vez descubramos nuevas formas de comprender la consciencia y la sanación humana. Vivimos en un mundo regido por el cerebro. Disfrutamos de los inventos que ha producido éste, pero el corazón nos pregunta si podremos sobrevivir en este mundo tan cerebral y si queremos vivir desconectados, hostiles y temerosos. Así pues, aunque se pueden hacer múltiples críticas al trabajo de Pearsall, sobre todo que los datos aportados por él no están suficientemente contrastados, que son demasiado etéreos y que no demuestran que la memoria y la emoción residan en el corazón, no se puede negar que su obra ofrece una magnífica combinación de ciencia y testimonios que permite percibir la inteligencia del propio corazón. Para tal fin, Pearsall propone la práctica de la cardio-contemplación, derivada de la técnica de cuadro congelado desarrollada por investigadores del Instituto de HeartMath (California), en la que se propone que congelemos las situaciones o las escenas de estrés para poderlas considerar desde una perspectiva más calmada y centrada en el corazón. Esta técnica involucra el permanecer inmóviles, quietos y permitir que ocurra la respuesta de resonancia. Sin duda se trata de una vía interesante para silenciar nuestro agitado cerebro.

Pearsall también facilita un test de comprobación de la amplitud de la energía cardiaca y un inventario cardio-sensitivo para evaluar la capacidad individual de escuchar el código de nuestro corazón y para conectar, incluso, con el inconsciente colectivo, es decir, “sintonizar con otro plano que se encuentra más allá del nivel en el que el cerebro se siente más confortable, el de la energía sutil L, que danza entre todos los sistemas”.

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