sábado, 17 de noviembre de 2012

El abrazo



Por Bert Hellinger

Hace poco reflexioné acerca de lo que sucede en un abrazo. Hombre y mujer están en una referencia mutua. Entonces aquí está ubicado el hombre y frente a él la mujer. El hombre extiende ampliamente los brazos y mira invitándola a la mujer. Frente a él se encuentra la mujer. Ella también abre los brazos y mira invitadoramente, con amor al hombre. Ellos se acercan  mutuamente y se abrazan en forma entrañable.
¿Cómo aguantan el abrazo? Sólo un corto tiempo. El abrazo es demasiado poco. La relación entre hombre y mujer, si absorbe todo como en un abrazo, es demasiado poco. Para la vida es demasiado poco. Por lo mismo se separan después de un abrazo, tienen que soltarse. Nadie lo aguanta a la larga.
   Ella da un paso hacia atrás y él da un paso hacia atrás. Ambos vuelven a extender sus brazos, muy ampliamente y miran más allá de la pareja a la vida como un todo. Ahora integran mucho a su abrazo, por ejemplo a la familia del otro, todo lo que le  pertenece, pero también al mundo como a un todo. Y aquél que extiende los brazos siente que hay algo grande detrás de él, algo que lo sostiene y que tiene un efecto. Luego vuelven a mirarse, pero en unión con eso más grande.  Experimenta su relación en otro nivel. Tiene otra amplitud, otra profundidad. Ambos ven al otro unido a mucho. No se atreven, a querer sacar al otro de allí y tenerlo sólo para sí mismo. Eso ya no es posible. Pero justamente, por ser tan amplia la mirada, pueden encontrarse de esta manera tan despreocupada, separarse un poco, nuevamente encontrarse, nuevamente separarse un poco, porque se encuentran integrados a algo más grande.
   Lo mismo vale si,  igual que  la imagen de hombre y mujer, experimentamos en nosotros muchas cosas tanto pertenecientes como desconectadas.
Por ejemplo:
Derecha e izquierda
Arriba y abajo
Cuerpo y espíritu
Salud y enfermedad
Pasado, presente y futuro
¿Cómo se logra en nosotros la unión de lo separado, tanto en la sensación como en el actuar?
   Abrazamos con amor a ambos lados en nosotros. Luego retrocedemos algo interiormente, hasta poder percibir en nosotros las diferencias. Ambos lados vuelven a acercarse, hasta que se sientan uno con nosotros y nosotros con ellos. Así, en una unidad con ellos miramos hacia adelante, hacia aquello que nos desafía y lo realizamos con amor. 

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