Por Bert Hellinger
Hace poco reflexioné acerca
de lo que sucede en un abrazo. Hombre y mujer están en una referencia mutua.
Entonces aquí está ubicado el hombre y frente a él la mujer. El hombre extiende
ampliamente los brazos y mira invitándola a la mujer. Frente a él se encuentra
la mujer. Ella también abre los brazos y mira invitadoramente, con amor al
hombre. Ellos se acercan mutuamente y se
abrazan en forma entrañable.
¿Cómo aguantan el abrazo?
Sólo un corto tiempo. El abrazo es demasiado poco. La relación entre hombre y
mujer, si absorbe todo como en un abrazo, es demasiado poco. Para la vida es
demasiado poco. Por lo mismo se separan después de un abrazo, tienen que
soltarse. Nadie lo aguanta a la larga.
Ella da un paso hacia atrás y él da un paso
hacia atrás. Ambos vuelven a extender sus brazos, muy ampliamente y miran más
allá de la pareja a la vida como un todo. Ahora integran mucho a su abrazo, por
ejemplo a la familia del otro, todo lo que le
pertenece, pero también al mundo como a un todo. Y aquél que extiende
los brazos siente que hay algo grande detrás de él, algo que lo sostiene y que
tiene un efecto. Luego vuelven a mirarse, pero en unión con eso más
grande. Experimenta su relación en otro
nivel. Tiene otra amplitud, otra profundidad. Ambos ven al otro unido a mucho.
No se atreven, a querer sacar al otro de allí y tenerlo sólo para sí mismo. Eso
ya no es posible. Pero justamente, por ser tan amplia la mirada, pueden
encontrarse de esta manera tan despreocupada, separarse un poco, nuevamente
encontrarse, nuevamente separarse un poco, porque se encuentran integrados a
algo más grande.
Lo mismo vale si, igual que
la imagen de hombre y mujer, experimentamos en nosotros muchas cosas
tanto pertenecientes como desconectadas.
Por ejemplo:
Derecha e izquierda
Arriba y abajo
Cuerpo y espíritu
Salud y enfermedad
Pasado, presente y futuro
¿Cómo se logra en nosotros
la unión de lo separado, tanto en la sensación como en el actuar?
Abrazamos con amor a ambos lados en
nosotros. Luego retrocedemos algo interiormente, hasta poder percibir en
nosotros las diferencias. Ambos lados vuelven a acercarse, hasta que se sientan
uno con nosotros y nosotros con ellos. Así, en una unidad con ellos miramos
hacia adelante, hacia aquello que nos desafía y lo realizamos con amor.
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