viernes, 19 de octubre de 2012

Pareja y el fin último

Entrevista de Johannes Kaup con Bert Hellinger para el ORF, en Viena, el 6 de Julio de 1999

¿Cuáles son los problemas más importantes que usted encuentra en la terapia de pareja? ¿Cuándo dos personas se han encontrado, cuándo han compartido algunos años, pero luego tal vez despiertan asustados y el golpe en la nuca es: Jamás me imaginé que eras así, así en realidad no quiero convivir contigo? Eso puede ser una catástrofe. Esas personas entonces van a verlo. ¿Puede mencionar algunos ejemplos cómo es eso y cómo uno puede proceder terapéuticamente, cuáles son los órdenes a descubrir aquí?

Las soluciones siempre se encuentran más allá de lo inmediato. Si yo miro al otro sólo como una persona individual, ahí se da ese despertar. Si lo veo enlazado en su familia, y si sé algo de implicaciones o enredos, entonces veo que no puede ser diferente a lo que es.
Aquí tuve un ejemplo. Un hombre a menudo es violento. Pero no se descarga con su mujer, sino con objetos. Le pregunté: ¿Qué sucedió en la familia de origen? El abuelo era encargado de un campamento en Yugoslavia y dirigía un campo de prisioneros. Para mí queda muy claro: eso no podía terminar sin algún crimen. Ese abuelo se suicidó al finalizar la guerra, eso también es significativo.


Luego configuré un representante para el abuelo y cuatro representantes para las víctimas. El representante del abuelo comenzó a transpirar, transpiró totalmente su camisa. Luego le pedí ubicarse al lado de las víctimas. De repente quedó claro que ese era el lugar en el que debía estar. Antes le había dicho al hombre: Tienes una mirada extraviada. Respondió: Nunca nadie me dijo eso. Le dije: Yo veo eso. A continuación tomé a uno de los representantes de las víctimas y al representante de su abuelo, los coloqué uno al lado del otro y le pedí a ese hombre que apoye su espalda en ellos dos y lo alenté para que permitiera que en él confluya lo que pertenece a ambos, es decir el sentimiento de perpetrador y el ser perpetrador y el sentimiento de víctima y el ser víctima, hasta que en él se conviertan en una unidad. Luego le indiqué girarse, abrazar a ambos y permitir que confluyan para convertirse en uno. En ese instante sucede algo que ya no hace posible esa violencia en él porque lo ha visto en ese contexto. Ahora puede dejarla en donde pertenece, con su abuelo. Y puede dejar que los muertos estén entre sí y ahora puede dedicarse a su mujer.
Insisto una vez más con la pregunta: ¿Cómo describiría la dinámica que hace falta  cuando alguien va a verlo y dice: Queremos hacer algo por nuestro matrimonio pero no podemos, no sabemos qué hacer? Ahora tenemos en claro que nuestra relación en realidad se construyó a partir del enamoramiento, se construyó en base a una imagen. Así no nos soportamos, o yo no soporto a mi mujer o la mujer no soporta al hombre así. ¿Hay entonces una solución más allá de la separación?
Depende. Si uno de ellos ha lastimado seriamente al otro, por ejemplo si el hombre exhortó a la mujer a abortar un hijo de ellos y la mujer no quiere hacerlo, eso constituye algo de tanto peso que a menudo la separación es inevitable.
¿Con qué tiene que ver eso?
Es una herida que ya no puede ser sanada. Hay actos que tienen consecuencias que ya no se pueden revertir. Eso debe ser reconocido. Eso por supuesto también va en contra del concepto generalizado de que se puede y debe solucionar todo. Por el otro lado, a veces es necesario saber acerca de la implicación. Allí donde ese saber no está y dónde tampoco existe la disposición a seguir y tal vez sacarlo a la luz, la separación es inevitable. Pero la separación no es una solución porque en la próxima relación todo continuará de la misma manera. Es decir que la separación es una huída de aquello que la vida en definitiva exige de cada uno.
¿Por qué eso es así, por qué esa dinámica sigue actuando en la próxima relación?
La relación tiene un aspecto muy importante. Resulta que es una organización en contra de la muerte. Todo eso está al servicio de mantener la vida. Por ese motivo, ni bien hay hijos, la finalidad y el sentido de la relación se acabaron. Aquellos que tienen hijos o quieren tener hijos con ello demuestran que son conscientes que ellos también se acaban. Esa mirada al final es muy importante. Entonces uno se va despidiendo lentamente. Doy un ejemplo: en un curso hay un matrimonio muy anciano, y la mujer dice: El hombre tiene cáncer y ahora tiene metástasis. Quedaba muy claro que no iba a vivir mucho más. Tenía más de setenta años. Luego les pedí que se sentaran uno al lado del otro y se miraran a los ojos y dije: Está muy claro, ahora es el momento de la despedida. Toda relación se dirige hacia el final. Ambos se miraron cariñosamente y la mujer lloraba. Indiqué a la mujer que dijera al hombre: “Me quedo contigo el tiempo que me sea permitido” y el hombre a la mujer: “Me quedo contigo el tiempo que me sea permitido”. Había un amor increíble entre ellos dos, de cara a la despedida y a la muerte.
Eso tiene una grandeza que va mucho más allá que cuando alguien piensa: Ahora busco una nueva relación y comienzo de nuevo. Desconocen totalmente que todo se dirige hacia un final.

¿Por qué ve usted a las relaciones tan fuertemente desde el punto de vista de la muerte y el final? Incluso si ellos lo hacen, ¿qué significa la muerte? ¿Es un final irrecuperable del amor, es dónde termina el amor? ¿O el amor es algo de lo que uno al menos espera y anhela que supere a la muerte?        
Es una ilusión que el amor supera la muerte. Uno la ve por ejemplo en parejas que se suicidan conjuntamente porque creen que continúa. Para mí eso es totalmente ilusorio. La muerte debe ser tomada en serio como consumación de la vida y también la consumación del amor. Recién entonces esta completa y redonda.

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